Jhossely Lucero de Slidely by Slidely Slideshow

lunes, 22 de junio de 2015

la casa encantada

La casa encantada 


En la ciudad de Juliaca, en la esquina formada por los jirones Nicolás de Piérola y Tumbes existe una casa encantada, los vecinos antiguos del lugar cuentan que muchos años atrás, esta casa había sido alquilada para un restaurante o pensión con el nombre de Ojos Azules. Los dueños del negocio y el personal de servicio al terminar la jornada de atención a los comensales cerraron bien las puertas asegurándolas con tranquetas, al pasar al segundo piso a dormir, ni bien estaban en la cama, escucharon extraños ruidos espeluznantes, dueños y mozos pasaron una mala noche, no podían conciliar el sueño.
Al día siguiente, en la madrugada había un desorden que espantaba a los presentes, todo estaba en ruinas, platos rotos, mesas partidas en dos, adornos y cuadros hecho pedazos, la comida sobrante impregnada en las paredes y el techo; era increíble y espantoso lo acontecido.
Los inquilinos estaban con escalofríos en el cuerpo, angustiados y temerosos por su vida, no podían descifrar el suceso, no alcanzaban a comprender el significado y el porqué del hecho espeluznante. Repuestos del percance y del susto, dueños y mozos abandonaron la casa y se trasladaron a otro lugar.
Estos hechos suceden constantemente con los nuevos inquilinos. La casa encantada permanece toda abandonada, nadie se atreve a vivir en ella. En el lugar se comenta que, la casa está habitada por almas que penan o por espíritus malignos que siempre han estado en ese lugar.
Cuando Juliaca no estaba poblada, el cause del río Torococha no estaba canalizada, atravesaba el lugar formando lagunas y pozas. Los vecinos antiguos cuentan que en ese lugar había una poza de regular profundidad donde sucedían cosas raras, especialmente a media tarde o en la puesta del sol salían de las profundidades de la poza las ninfas o sirenas con busto de mujer y cuerpo de pez, estas atraían a los varones con su dulzura y encanto. Tenía una belleza atrayente, rostro hermoso con cabellera de oro brillante y cuerpo de pez color plata. Los varones atraídos por la belleza no se resistían al encanto de la sirena, después de ver el espectáculo irresistible y maravilloso los hombres quedaban sin habla, otros perdían la razón y se volvían locos, algunos se perdían junto con las sirenas para siempre y no se sabe nada de ellos; muy pocos se liberaban de los encantos de las sirenas y solamente después de un largo tratamiento podían recuperarse.
Con el correr del tiempo la población de Juliaca creció considerablemente, se construyeron nuevas calles y viviendas, las sirenas ya no se ven, el río Torococha está canalizado con fierro y cemento, pero continúa el encanto y el misterio en ese lugar. La casa construida sobre la fosa permanece cerrada y los vecinos del lugar lo llaman la casa encantada.

LA PIEDRA MISTERIOSA


En la ciudad de Juliaca, hay una piedra misteriosa incrustada en la acera de la esquina conformada por las calles Ica, Carlos Lavagña y Sandia. Las personas antiguas que han vivido en el pueblo viejo de Juliaca, cuentan que esta piedra cambia de lugar misteriosamente, porque en aquellos tiempos esta piedra de regulares proporciones se encontraba en las faldas del cerro calvario al pie de un socavón ubicado actualmente en el domicilio del profesor Ernesto Huayllaro a un costado del coliseo cerrado de Juliaca. Se dice que esta piedra posee energía y poder de lo profundo por haber estado expuesto al aire libre cientos y miles de años al frió intenso, a las torrenciales lluvias y fuertes tempestades cargados de truenos y relámpagos que hacían retumbar a los apus (cerros) de toda la región.
No se sabe, quién ni como fue movida la piedra hasta el Campin lo que es hoy el Pasaje de la Cultura. Este hecho significó para los juliaqueños la revolución del cuatro de noviembre de 1965 por solicitar con justicia agua, desague y luz que terminó con la inmolación de sus mártires que tuvo connotación nacional e internacional. Después de veinte años, nuevamente la piedra misteriosa fue movida, tampoco se sabe quién ni como fue a dar a esquina entre las calles Ica y Lavagña donde actualmente se encuentra. Lo único que se sabe, es la devastadora inundación de muchas urbanizaciones y el sufrimiento del pueblo. Cuando cesaron las torrenciales lluvias, Juliaca parecía una isla solitaria.
La piedra misteriosa iba a ser destruida como material de base en la construcción de la vereda. Las personas que sabían de la existencia de esta piedra, impidieron que se moviera de su lugar y con la intervención del alcalde provincial Marcos Valencia Toledo lo fijaron con cemento en la misma vereda para que los juliaqueños ya no sufran mas daños y desgracias. 
La gente del pueblo le dice la piedra de la carnicera, pero las personas que saben de su energía y poder le hacen el pago echandole flores, dulces, galletas, misturas, serpentinas, licores y otros pagos y challadas a voluntad, como un acto de agradecimiento por los beneficios y milagros recibidos, especialmente en el año nuevo, carnal chico, semana santa, tres de mayo, san Juan, 28 de julio, mes de agosto santa tierra pachamama, 24 de setiembre, 24 de octubre y navidad. Los creyentes en la piedra piden que nunca sea movida de su sitio, para evitar nuevos sufrimientos y desgracias en el pueblo juliaqueño.

los frailes sin cabeza


  1. LOS FRAILES SIN CABEZA


Hace mucho tiempo, los habitantes del pueblo viejo caminaban y se reunían en la plaza Santa Catalina hoy plaza de armas de la ciudad de Juliaca. Los noctámbulos pasaban forzosamente por esta plaza, en las esquinas algunas personas conversaban en pequeños grupos sobre los últimos acontecimientos de creación de la provincia de San Román con su capital Juliaca.
En una de estas noches, un grupo de amigos que tenían por costumbre dialogar en las esquinas por varias horas, de pronto escucharon, un ruido de espanto, un chirrido áspero y fuerte que helaba hasta los huesos.
Los noctámbulos se pararon contra la pared para percatarse de lo que sucedía y de dónde procedía el espantoso ruido; paulatinamente se les iba apoderando el temor y el susto natural, les iba invadiendo el temor corporal, involuntariamente se movían sus cuerpos, comenzaron a palidecer y los latidos del corazón fueron en aumento; el alumbrado deficiente no facilitaba la visión, el cielo encapotado era otro obstáculo.
De pronto se despejaron las nubes y dejaron un claro en el cielo, la luna llena, alumbró a todo el pueblo viejo. Fue el momento en que las personas confundidas y miedosas, vieron con asombro y con el aliento contenido como se abría lentamente la puerta grande del templo, siempre acompañado con el ruido fuerte que crepitaba.
Pasaron unos momentos cruciales, que parecían una eternidad; en el interior primeramente se vio el humo denso del incienso que salía al exterior, trascurrieron unos minutos, y aparecieron las figuras inconfundibles de los clérigos, una veintena de ellos en columnas de dos con la capucha puesta; con paso lento, muy lento se dirigían al atrio del templo, se paraban por breves momentos, luego procedían con su caminata procesional, pasaron lentamente la calle Salaverry, para luego llegar a la plaza, el viento incesante silbaba y en otros momentos el viento pareciera que lloraba, semejante a las voces de espíritus, acompañados de aullidos de los perros malolientes y vagos.
La columna de frailes, continuaron su paso procesional, los trasnochadores no salían de su asombro, porque los cuerpos de los frailes aparentemente estaban configurados normalmente, pero las capuchas negras no abrigaban rostros ni cabezas.
A la altura de la antigua pileta de fierro que existía en el centro de la plaza, los nocherniegos se restregaban los ojos y atónitos se percataron que los frailes no tenían cabezas.
El viento seguía con sus silbidos raros, a veces el murmullo del viento parecían quejidos, también se escuchaba el bisbiseo de los rezos casi ininteligibles, con voces roncas y entrecortadas; el grupo religioso en columna de dos se acercaba lentamente al colegio San Román, los trasnochadores fueron testigos y vieron como la puerta del colegio se abría lenta y misteriosamente.
Los frailes siempre en columna de dos se introdujeron pausadamente, rezando guturalmente y en igual forma la puerta se cerraba automáticamente, sin que ningún mortal lo hiciese.
Recuperados del susto, las personas que presenciaron todo lo acontecido en la plaza Santa Catalina, percibían en el ambiente una bruma desacostumbrada, con olor penetrante de incienso y sahumerios, acompañado del viento que parecía quejidos, con silbidos nunca antes escuchados, estos se persignaron y rezaron en voz baja.Alguien dijo, esta visión de los frailes sin cabeza, es una señal de progreso para Juliaca, pero antes del progreso acontecerían protestas, luchas y muerte, mucha pena y sufrimientos y el pueblo en su conjunto se levantaría con los brazos en alto.

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